TRAS QUEDAR CUADRIPLÉJICO A LOS 21 AÑOS, CARLOS DUARTE ENTRENÓ HASTA FORMAR PARTE DEL SELECCIONADO NACIONAL
Un campeón de tenis de mesa al que el deporte le salvó la vida
En 1991, cuando tenía 21 años, Carlos Romeo Duarte viajaba en auto junto a su familia al entierro de su bisabuela, en Formosa. En la ruta, un neumático se reventó. Tras diversas operaciones y diagnósticos de cuadriplejía, Carlos se daría cuenta que aquel momento había sido la última vez que sentiría sus piernas. Pese a la desgracia, dos años después descubrió un deporte que se convertiría en su pasión: el tenis de mesa. Hoy, forma parte de la Selección Nacional y mientras se prepara para los Juegos Paraolímpicos 2016, es uno de los entrenadores del Polideportivo municipal N° 4 de Berazategui y medallista de los Parapanamericanos Toronto 2015.
“En el momento uno cree que todo lo va a superar muy rápido. Pero después te vas dando cuenta de que no es así. Fue muy rápido el choque y es muy lenta la rehabilitación. Lo entendí después de mucho tiempo”, recuerda Carlos. Tras el accidente, fue llevado al hospital de Corrientes en un camión de traslado de cadáveres. Según explica, eso agravó su estado y, cuando llegó al Hospital Escuela, los médicos le diagnosticaron quebradura de la sexta y la séptima vértebras de la columna, que presionaban la médula y produjeron un daño irreversible.
Por su situación, volver a Buenos Aires resultó un desafío: “Siempre fuimos una familia de clase media, trabajadora. No teníamos dinero para que me trajeran a mi casa. En ese momento mi tío trabajaba como municipal en Berazategui y lo conocía a Juan José Mussi, que era el intendente. Cuando le comentó lo que me había pasado y que no tenía cómo volver para que pudieran operarme y rehabilitarme, Juan José no dudó y me envió una ambulancia para traerme a Capital. Me internaron en el Hospital Fernández y me hicieron 17 operaciones», recuerda Carlos, agradecido.
En 1993 se acercó por primera vez al tenis de mesa: “Estando internado y queriendo escapar del instituto de rehabilitación, un compañero nos contó que podíamos salir si practicábamos algo, pero que teníamos que pedirle permiso al director. Y allá fuimos, con tres chicos más. Cada uno eligió un deporte distinto y yo no sabía qué hacer… si no me podía mover», recuerda Carlos. Y continúa: «En ese momento escuché el pique de una pelotita, me acerqué y vi que estaban jugando al tenis de mesa. Cuando me vieron me preguntaron si quería jugar, pero ¿cómo lo iba a hacer si no podía agarrar la paleta? Entonces, me la ataron a la mano. Apenas podía mover el cuello de un lado para el otro. Cuando logré pasar dos pelotas seguidas, ya me creía un gran jugador», se ríe.
Cuando salió del instituto, donde estuvo internado por dos años, Carlos no volvió a jugar al tenis de mesa. Se alejó del deporte y se recluyó en su casa porque no quería salir a la calle. “Sentía vergüenza de que mis vecinos me vieran así. Siempre había estado caminando, haciendo deportes y de repente me veían en una silla de ruedas. Era duro. Hasta que, engañado por un amigo, salí. En ese momento perdí la vergüenza. Me di cuenta de que no era como yo pensaba, de que la gente no se da vuelta para mirar. Y no paré más. Ahora vivo más en la calle que en mi casa”, expresa el deportista.
Desde ese día, decidió volver a jugar y, por medio de su entrenador, logró contactarse con el técnico del seleccionado, quien después de verlo en acción le ofreció presentarse en un torneo.
Los resultados lo alentaron: sólo entrenó tres meses y ganó su primera medalla de bronce. Hoy lleva ganadas 39 medallas y su último logro fue el reconocimiento de plata en los Juegos Parapanamericanos de Toronto 2015, disputado en Canadá.
En 2009, Carlos se integró al plantel de profesores de la Subsecretaría de Deportes de la Municipalidad y empezó a dar clases de tenis de mesa en el Polideportivo Nº 4 del barrio Villa Mitre. Allí transmite su experiencia a los chicos y chicas que se acerquen, y también vive situaciones difíciles. “En un momento venía un chiquito de 8 años, Nicolás, que vivía a una cuadra del Poli y también estaba en silla de ruedas. Un día me dijo ‘Yo quiero ser como vos, quiero jugar’. Era emocionante verlo. Trataba de pegarle a la pelotita, iba para un lado y el otro y apenas llegaba a la mesa. Jugamos un tiempo, hasta que un día llegué y me dijeron que había muerto”. El recuerdo genera silencio en Carlos, por unos minutos la tristeza vuelve. «Cuando el papá de Nico se acercó al Poli después de todo lo que pasó, me contó que le encantaba venir a entrenar y que era muy feliz jugando al tenis de mesa. Su historia me marcó muchísimo», cuenta.
Hoy Carlos está a cargo del entrenamiento de ocho chicos en el Polideportivo. Una de ellas es Juliana Frutos, de 17 años. «Una gran promesa», advierte. Al igual que su entrenador, casi sin saber jugar, a los tres meses de haber agarrado una paleta Juliana ganó su primera medalla de bronce en un torneo en Mar del Plata, con la preselección. La joven, que tiene una pequeña discapacidad en su brazo izquierdo desde su nacimiento, cuenta: “Empecé a practicar con Carlos a los 12 años. Me enteré y sin saber nada vine”. Su timidez desaparece cuando empieza a jugar. “Él es un ejemplo. Verlo jugar y conocerlo me dan ganas de seguir. No sé si voy a llegar a ser tan buena como él pero lo voy a intentar”, sostiene.
Lucas Motroni, de 24 años, es otro de los que se sumó a la práctica del tenis de mesa hace cuatro meses. «Lo conocí a Carlos cuando llegué a entrenar al Polideportivo y nos pusimos a pelotear. Quisiera ser como él y llegar a jugar torneos o a la Selección. Es un gran profesor, me transmite tranquilidad”, explica Lucas.
Tenis de Mesa Municipal
El entrenador y jugador de la Selección invita a todos los chicos que quieran sumarse a las clases gratuitas de tenis de mesa, los viernes, a partir de las 18 horas en el Polideportivo Nº4, en calle 30 y 164, en Villa Mitre, Berazategui. Además de enseñar valores a través del deporte, Carlos se preocupa por el bienestar de sus jugadores y porque el deporte les mejore la vida como a él.